Los símbolos pueden explicarse con palabras, piruetas intelectuales, ejemplos y asociaciones de ideas, pero su comprensión pertenece a un nivel de realidad que no se puede validar sobre el papel sino sobre la experimentación.
El diálogo que se abre al mirar cualquier acontecimiento a la luz de los símbolos es prodigioso en la medida en que logre que la capacidad intelectual se preste a fecundar el terreno que se pone a la vista, inmensamente fértil y acogedor cuando está sano.
Cuando eso es así, el resultado puede ser un fruto real, y no hay nada que creer, demostrar ni defender. Ésa es la magia para la que trabajo, si se me permite la palabra magia. Y es también eso lo que mejor explica la eficacia de cada clase de Tarot y movimiento –con experiencias reales a través de la música y el juego-, cuya próxima sesión es este viernes 7 de febrero, como siempre en Munay Río Abierto, en el barrio madrileño de Delicias.
Con todos mis respetos a quien busca que le adivinen el futuro, quede aquí aclarado que ésa no es mi tarea, pese a que -bien es verdad- en cada sesión puede desvelarse una tendencia que podría ser el germen de un porvenir. Pero la gracia de los oráculos es precisamente liberar el futuro de condicionantes y enriquecernos, haciendo realidad en la tierra todo el potencial disponible.
Si la gloria eterna no empieza aquí, qué clase de eternidad sería? Aprovecho para aclarar que no hay ninguna creencia asociada a este oráculo ni a la que este oráculo contradiga. Y que quizá concibieron el Tarot así, sin palabras, para que lo podamos completar entre todos.
En un momento de cuestionamientos de calado tan hondo por todas partes, confío en que los arquetipos del Tarot y todo conocimiento simbólico encuentren su lugar de honor, como puentes entre lo masculino y lo femenino, para que germine la obra de arte única que somos cada uno. Gracias por ser y por permitir que la vida te despliegue.