Asomarte a las cartas del Tarot es exponerte a una luz tan benéfica y tan fina que te recompone la mirada y te permite percibir texturas y posibilidades en la realidad y en ti, que lo ensanchan y enriquecen todo, hacia dentro y hacia fuera, con efectos concretos en tu mundo concreto.
Por más que el ego tenga el empeño de conocer de antemano el resultado de algo, todo sucede en presente y es ahí además donde es posible intervenir, tanto para sanar los efectos de algo pasado, como para poder disolver cadenas que vienen condicionándonos, y liberar así el futuro de trabas inútiles.
Una consulta de cartas es un diálogo exquisito a la luz de un juego de lámparas sorprendente con acceso a niveles del ser que pueden por esa vía acudir a tu momento a reforzar tus mejores potenciales en cada situación. La magia de lo que acontece, como la de la vida misma, es infinitamente mayor y más liberadora que la de pretendidas adivinaciones -que en todo caso parecen darse muchas veces, tal es la luminosidad y la apertura del campo de visión que puede aparecer.
El diálogo que se abre, por tanto, puede comenzar en las propias cartas, ofreciendo un mapa sobre el momento del consultante, o puede darse a partir de una pregunta concreta. Durante la hora y media en que se desarrolla la sesión, en cualquier momento pueden plantearse todas las preguntas que vaya sugiriendo la información que se despliega, y el consultante puede grabarlo todo -todo será útil en adelante y cada vez tendrá más sentido y más significados concretos.
Y la magia, decía, de lo que acontece excede enormemente esa información arquetípica y profunda; de hecho tiene que ver con la realidad más concreta: me gusta hablar de Tarot evolutivo en contraposición al adivinatorio, aunque me parece una redundancia: los arquetipos son aspectos universales a cuya luz crece espectacularmente la percepción de la realidad y cuando eso ocurre, sólo por poder mirar y ver, todo cambia sin tener muchas veces que hacer nada -o haciendo cosas que no parecen ir más allá del juego.
Una tirada de cartas es algo único y, aunque existen lecturas-tipo que facilitan muchos trabajos, se trata de un ejercicio en presente absoluto, a veces como una meditación a dos, donde el consultante es el único que sabe si está siendo respondido y también el único que conoce a fondo el significado de lo que ahí se está desvelando y -casi sin querer- limpiando, armonizando, nutriendo, sanando.
Gracias a esta bendita era donde todos estamos más cerca de todos, las consultas pueden ser por cualquiera de los sistemas de telecomunicación que la tecnología permite (Zoom, Skype, Facetime, Teléfono…) y por supuesto estoy disponible presencialmente con mucho gusto para quienes pueden acercarse a Estrado, en la calle Zurbarán (Metro Alonso Martínez o Rubén Darío) en Madrid capital.
Puedes pedir una consulta escribiendome aquí mismo.
Muchas gracias por la visita y por abrirte a este precioso oráculo.