2018: impulso femenino, fluidez y conciencia emocional

El «eterno femenino» es a veces un abismo donde conviven todos los aspectos desconocidos de nuestra herencia, oscuro como el averno y sabio como todas las diosas del Olimpo en fluida conversación, impecablemente representado por la luna.

Si, en función de los arquetipos del Tarot, el año pasado fue el de La Estrella, que nos dio determinación para avanzar por nuestro camino más allá de expectativas propias y ajenas, éste sería el siguiente arcano: XVIII La Luna.

El respeto a los movimientos emocionales internos y externos es la mejor estrategia para la fase que se abre, una vez que ya eres consciente de que son el correlato corporal de la guía con la que ya te vienes familiarizando, una vez que has aprendido a escuchar las señales del corazón, después del entrenamiento de 2017. La emoción -cualquier emoción- es la puerta al conocimiento de lo que necesitas en este momento, también cuando ni siquiera sabes poner nombre a lo que te está recorriendo en tu sentir.

La compleja sabiduría que te brinda la luna es tan tuya, está tan profundamente entretejida en tu esencia vital y concreta, que vienes confundiendo frecuentemente su efecto con la verdad objetiva, cuando sólo se trata de tu sentir, fruto de tu vulnerabilidad -bendita vulnerabilidad-, que dibuja para ti paisajes exclusivos y que ahora estás empezando a reconocer discernidos de tu ser. Quizá la riqueza que te quiere reportar este año, siguiendo el argumento, sea precisamente poder ahondar en tu sensibilidad y avanzar hacia una manifestación de ti, en danza con la realidad, que te recompone y te re-equilibra.

Todo fluye y todo es cíclico, puedes relajarte y permitir que suceda lo que escapa a tu acción.  Siendo éste el mensaje más sencillo que la luna maneja para ti, conviene también recordar que este misterioso satélite cuya luz fascina e inspira tanto películas de terror como historias de amor irreductible, mueve las mareas del planeta. Estando hecho de agua en más de tres cuartas partes de ti, ¿podrías sustraerte a su efecto? El respeto y la escucha que se te pide tiene que ver con la humildad de aceptar que no eres del todo dueño de lo que sientes, aunque sí de lo que haces con lo que sientes, y esa libertad crece cuanto mejor aceptas tu vulnerabilidad y tu vinculación a las grandes energías.

Tú también puedes fluir, quizá ése es el gran reto que te propone este año de realizaciones; algo que se entiende mejor con la carta de La Justicia, el VIII, que te ayuda a encontrar el término medio entre dejarte ir con los acontecimientos que la vida te propone, y negarlos/resistirlos: se trata de colaborar con la vida, sabiendo quién estás siendo -condicionantes incluidos- y qué te está ofreciendo la vida. Con todo lo que te guste o te disguste lo propio y/o lo de fuera, la danza está ahí y es ahí donde están todas las posibilidades.

Hay en ti un universo inifito de memorias y conocimientos por explorar, un misterio exquisito, profundo, infinitamente femenino que deja a tu disposición un sinfín de recursos y puertas hacia una belleza y una delicadeza que te parecerán desconocidas, por más ancestralmente tuyas que sean y que, de hecho, están llamadas a configurar para ti un mundo nuevo en este año nuevo.

No debe ser casualidad que mañana sea Luna Llena. Quizá se te esté dando la oportunidad de escuchar, acrecentadas tus emociones más incomprensibles. Observa, acoge y déjate estar. Siente, fluye, dejate llenar, dejate vaciar, respeta lo que sientes… Quizá todo sea para que te expreses en nuevos pasos de baile, por fin libre, por fin tú.

1 comentario en “2018: impulso femenino, fluidez y conciencia emocional

  1. Gracias, 2017
    Si supiera lo que me esperaba en gran parte del camino, no habría ido; y de pocas cosas me puedo alegrar tanto como de haberme atrevido a recorrerlo -eso sí: hasta el final. El regalo, al otro lado del vértigo pavoroso, es de tal magnitud que no sólo no hay palabras, sino que algo me dice que no se puede ser del todo consciente de todos los obsequios que se despliegan.

    El pavor de caminar por un desfiladero a cuya hondura no alcanzaba la vista y que ni me atreví a fotografiar para acabar viendo las cataratas con las que el Nilo arranca en Etiopía, después de atravesar un puente colgante de varios cientos de metros sobre un cortado de otras tantas dimensiones, parece una metáfora de lo vivido en 2017. De vuelta a las orillas del Lago Tana, la belleza de la estampa de las flores estaba acrecentada por la experiencia de haber contemplado las inmensas catarata en la que rompe el rebalse del Nilo Azul para avanzar hacia Egipto -conviene aclarar que la altura es el doble de lo que la foto dice y conviene también llamar la atención sobre las personas que se pasean por la parte de arriba para dar una idea del tamaño. Y en todo titilaban las gotas de agua que, después de cambiar de paisaje y de lugar, seguían llenando la retina y el alma con una música y una limpieza imponentes.

    Atrás había quedado el angosto camino en la ladera de las moncataratastañas en un recorrido de dos horas, y también el puente con un suelo de varitas que dejaba a la vista el vacío. La presencia regia del agua cayendo desde esa altura da cuenta de que es un poder de la Naturaleza donde los haya. Irrefutable y sin marcha atrás. Una bendición sonora y arrasadora que todo lo lava, a una distancia que sólo ella puede vencer, pulverizándose y cantando. Era domingo y todo tenía un aire de celebración y relajo y, cosa infrecuente, los turistas y los locales andábamos en lo mismo.

    A continuación y, después de bajar un poquito a pie y de un paseíto en barca, la vuelta a Bahir Dhar al consabido lago lleno de flores y de pájaros parecía un camino diferente al de la ida; y el propio lago parecía tener aún más colores y más sonidos. Este rebalse extraordinario está lleno de islas, y cada isla tiene una iglesia o un monasterio, siempre de la Cristiandad Ortodoxa. Y está habitado por hipopótamos. Y aún con todo, quizá lo más bello del lago -además de constituir la fuente donde el Nilo Azul nace, son las canoas hechas con papiro, en una hechura que se pierde en la memoria de los tiempos y eso es decir mucho: recuérdese que en Etiopía está el vestigio más antiguo conocido del ser humano (una mujer, por cierto).

    canoa de papiro

    No necesito recurrir al Arca de la Alianza, en Axum, ni a las iglesias de Gueralta, hasta 120, para cuyo acceso hay que escalar literalmente; ni a la iglesia de San Jorge de Lalibela, una pieza monolítica excavada en la roca, para describir lo que veo cuando miro al año que ahora termina. Me basta con el paseo de ese día, por tierra, agua y aire, para reconocer mi recorrido en 2017.

    Para no abrumar con datos prolijos, me voy a limitar a confesar que me siento ahora como en la orilla del Tana Lake, donde un pájaro se posó delante de mí y no se movió hasta que yo misma me fui. Y sé que la bendición radical de este momento no habría sido posible sin el terror de lo vivido.

    pájaro lago tana

    Y, a falta de seguir rescatando batallitas pasadas, me despido bendiciendo a Sergio Valverde Almoalla, a la sazón retinólogo del Hospital de Puerta de Hierro de Madrid por su pericia y su trabajo con mi vista. Después del episodio terrorífico que me llevó a él a principios de año, el más grande de mi vida, mucho mayor del que creía que era capaz de resistir, y de cuatro veces en el quirófano -una de ellas con anestesia general y la última de todas hace menos de una semana-, han culminado con una visión mejor que cuando tenía quince años.

    Gracias infinitas, 2017, por todos los colores nuevos y por todo -precipicios incluidos.

    GRACIAS

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